¡Vamos Isa! ¡Vamos Isa, empuja! !Venga, que ya está aquí! ¡Vamos Isa, muy bien! ¡Venga, que ya queda menos! Un empujón más y la tenemos.
¡Sira!, mujer, no te hagas la remolona, venga, aporta también tú un poquito. ¡Pero bueno mujer por Dios! Un poco más, venga Sira, muy bien.
¡Vamos Isa, que ya está!
¡Hola, Sira! Bienvenida al mundo.
Pues anda, vaya trajín.
Pues más o menos así, sin entrar en más detalles de lo estrictamente necesario, he aterrizado en este planeta llamado tierra hace ya una semana y bajo la atenta mirada de mi padre, al que aún no se le ha quitado la impresión que le ha producido mi venida al mundo. Vi la luz ayudada de una joven y menuda chica vestida de verde, ataviada con un colorido pañuelo en la cabeza que no dejaba de tirar de mí y de otras seis mujeres, también de verde, que lo tenían todo a punto para que no me faltara de nada. Nací de madrugada, con nocturnidad y alevosía, a eso de las 4,24 horas del pasado martes 24 de octubre, con un peso de tres kilos y doscientos gramos, y un tamaño de cincuenta centímetros o medio metro. Salí después de los dolores pero más feliz que una perdiz, aunque con más hambre que el lagarto Juancho. Hay que joderse como me sonaban las tripas. De hecho, en cuanto que pude me fui directa a la teta, creo que la izquierda, de mi señora madre para reponer fuerzas. Y es que, aunque no os lo creáis, esto de venir al mundo cansa un poco, y más si estabas tranquilita y relajada en el interior de tu hogar. Pero bueno, tarde o temprano tenía que ocurrir y tampoco es plan de quejarme. Total, no me está yendo nada mal desde entonces.
¿Mi vida en estos siete días? De Pachá. O de Marajá, lo que más os guste. Soy la Reina de la casa. La niña en el bautizo, la novia en el altar o la muerta en el entierro. Entre comer y dormir voy gastando las horas. Chupar de la teta y sobar en la piltra sin límite ni prisa alguna. A mi ritmo. Yo dirijo la función o el cotarro. ¿Que me apetece darle al pezón? Pues me quejo un poco, tampoco mucho, pero si lo suficiente para llamar la atención sin molestar a los vecinos, y venga, chup, chup, chup… ¿Que me canso y me entran ganas de descansar y echarme un rato la siesta? Pues levanto la voz otro poco, me hago la remolona así como con cara de no haber roto nunca un plato y suelto algún que otro manotazo a quien ose molestarme en ese momento, y venga, a roncar a pierna suelta. Ante el asombro generalizado, ya que parece ser que nadie se esperaba una niña tan ceporra, teniendo en cuenta los antecedentes familiares. No te jode, ¿Pues que esperaban, que me pusiera a bailar la conga o el Despacito y a tocar la flauta?
Una buena cabezadita es lo mejor de este mundo. Y no pienso desaprovechar esta oportunidad que me brindan.
De mimo. In the minning off.
Bueno, bueno, cómo me lo voy a pasar. Si a esto es a lo que llaman vida, pues me apunto. Y con renovación automática.
Pero además de hacer el vago, jalar y cagar, aunque suene así un poco soez -será hereditario, ya que a mi abuelo le llamaban cagancho de joven o caganchín-, durante esta semana he hecho más cosas. Ya he podido conocer algo del sitio en el que voy a crecer. Peñafiel se llama, y es un pueblo milenario. Además, tiene un precioso y bien conservado castillo de la época medieval en todo lo alto, que abraza y protege a los lugareños y turistas. También sé que el vino y el cordero lechal son sus reclamos gastronómicos, y que, sin contar a la madre del actual alcalde, creo que soy la única que se llama Sira en esta Villa ribereña, lo que me da cierta exclusividad.
También tengo un armario vestidor que no veas. Ni los ángeles de Victorias’s Secret. La envidia de cualquier mujer. Como me paso el día haciendo de vientre, pues me ha dado lugar a comprobarlo. Bodys y pijamitas para todos los gustos y colores. Vestiditos, pantaloncitos e incluso un abriguito tengo ya para este crudo y largo invierno que se avecina. Me siento como Julia Roberts en Pretty Woman.
A este ritmo, se tienen que pirar mis padres de casa para dejar sitio. Y no hemos empezado como quien dice.
Pero bueno, a mi plin. Si una lo vale…
Pero no todo es oro lo que reluce. En estos siete días no han sido todo luces. También han habido algunas sombras. Es lo que tiene ser el puto centro de atención, que se pierde un poco la intimidad, y todo lo que hago se magnifica. Estoy en ese momento en el que hasta tirarte un pedo es algo sublime y digno de elogio. Visto lo visto, yo ya no me corto un pelo, y si se acerca alguno/a a cogerme para menearme y atusarme como si no hubiera un mañana, le hago las tres catorce y pumba, cuesco al canto. Y que venga después a por otra. Porque esto sí que está siendo lo más pesado de estos días, la cantidad de visitas que estamos teniendo en casa y todos con ganas de cogerme, zarandearme y comerme a besos y arrumacos. Tengo las mejillas a punto de soltar toxinas como las ranas venenosas como arma defensa. De hecho soy Escorpio, no lo olvidéis, y si me tocan los ovarios más de lo permisible, pico.
De las conversaciones, paso palabra. Me sé de memoria lo que como, lo que meo y cago, lo que duermo, el parto… y que un tal Puisdemón va acabar más pronto que tarde en la cárcel. Por listo.
¿Y fotos? He tirado la toalla. Si no puedes con el enemigo, únete a él. De todas las posturas y rincones. Con más luz, con menos luz, en el hospital tras nacer, en la habitación, al salir del hospital, al montar en el coche, al bajar de él, en el bugaboo, en el sofá de casa, en la cama tumbada, dormida, despierta, llorando, riendo, tirándome un pedo, con el peluche, sin el peluche, con el peluche encima, con el peluche debajo, con las abuelas, con el abuelo, con todos ellos, con el sursun corda…
Para hacer un álbum tengo ya. O dos.
Pero bueno, es lo que hay y así debe de ser. En el fondo me mola ser la protagonista de la película. Que le vamos a hacer.
En fin chicos y chicas, camaradas y camarados, queridos lectores y lectoras, hasta aquí mis primeras aventuras y aventuros.
Seguiremos informando.
Chao
Deja un comentario